Introducción

La unificación alemana en 1871 supuso un cambio de épicas proporciones al panorama geopolítico europeo de los siglos XIX y XX. El papel de Gran Bretaña y el desarrollo de los sucesos políticos y económicos influyeron enormemente en cómo se desarrolló la política europea continental (McGinnis, 2015; Taylor y Flint, 2002: 53-113). Este cambio tan drástico, sumado a la situación geopolítica alemana y sus crecientes capacidades económicas y militares conllevó a dos guerras mundiales en el siglo XX, ya que el país buscaba librarse de lo que podría considerarse una jaula geopolítica entre potencias posiblemente hostiles: Francia y Rusia (Friedman, 2012: 142-150). Nuevamente nos encontramos frente al surgimiento de otra potencia en el continente y que también se encuentra en una situación geopolítica precaria. Tras la disolución de la Unión Soviética, Polonia surgió como una nación libre y soberana en 1993, con la retirada de las últimas tropas soviéticas.

Ahora, tras la invasión rusa de Ucrania en 20221 (también referida como Guerra rusoucraniana, guerra en Ucrania o Guerra de Ucrania), el país europeo oriental ha surgido como un actor decisivo en los esfuerzos contra Rusia en la Guerra rusoucraniana y se ha embarcado en una misión para convertirse en la principal potencia militar europea. Una vez formalice este proyecto, el país superará militarmente a Francia y Alemania, las dos potencias europeas tradicionales de los dos siglos pasados. Washington se ha mostrado a favor del desarrollo del poder político y militar de Polonia y está asumiendo un papel mucho más activo que el de Gran Bretaña frente al crecimiento de poder de Alemania. Este proyecto de empoderamiento militar polaco por sí solo nos da a entender que el país está pasando por años cruciales en su historia.

Pero su surgimiento se está dando en medio de un claro punto de inflexión geopolítico en el continente. Para poder comprender mejor el surgimiento de Polonia y sus implicaciones será necesario comprender la geopolítica de Europa en el siglo XXI, la cual está marcada por diversas crisis, el resurgimiento (y posterior decadencia) de Rusia y el crecimiento de poder de otra potencia: Turquía. La invasión rusa de Ucrania ha exacerbado los problemas e inseguridades ya existentes, sentando las bases para muchos otros cambios más adelante.

Este trabajo no solamente tiene como objetivo explicar el panorama en el cual está dándose el empoderamiento de Polonia como una potencia militar, ni busca limitarse a analizar solamente las consecuencias más recientes de la Guerra de Ucrania. La investigación buscará, mediante un análisis geopolítico, explicar las repercusiones a largo plazo de la guerra y del empoderamiento de Polonia para poder vislumbrar cómo se podría encontrar el contexto geopolítico continental más adelante.

Desde un análisis geopolítico serio, se pudieron percibir varios cambios en el sistema internacional. Después de la disolución de la Unión Soviética en 1991, se produjo un debate en 1992, en donde se habían presentado dos posturas que, aunque muchos hubieran alegado que eran opuestas por apegarse a diferentes modelos globales, en realidad no se contradecían más que en sus absolutismos de no creer que ambos escenarios eran posibles (Taylor y Flint, 2002: 97). Por un lado, Taylor (1992b, citado por Taylor y Flint, 2002: 97) señaló que el islamismo político podría surgir como una fuerza determinante en el teatro geopolítico global por su capacidad de influencia. Mientras que De Blij reconocía que todavía existía la capacidad suficiente para que un Estado ruso (más débil que el soviético) siguiera ostentando una capacidad militar significativa “[intentará] reafirmar el poder e influencia política que tuvo en el pasado [como la Unión Soviética]” (1992, citado por Taylor y Flint, 2002: 97).

El primero se volvió una realidad con el ataque el 11 de septiembre de 2001 y marcó la primera y segunda décadas del siglo. Mientras que el resurgimiento de Rusia, aunque comenzó en 2008 con la invasión de Georgia, apenas está en su apogeo y se encuentra marcando la actual arena geopolítica mundial. Los dos escenarios fueron recogidos, profundizados y actualizados por Friedman, quien explicó la razón detrás del enfrentamiento entre Estados Unidos y las organizaciones islamistas y mantuvo la postura de que Rusia intentaría recuperar las zonas tapón de la Unión Soviética por cuestiones de seguridad nacional (2010: 31-49, 65-87, 101-119; 2012: 54-83, 120-141). Friedman también pronosticó después que Polonia llegaría a surgir como una potencia significativa en Europa, especialmente por el resurgimiento de Rusia y su posterior deterioro tras sus intentos de restablecer su control en el territorio anteriormente soviético (2010: 148-152).

Con el objetivo de explicar mejor el ascenso de Polonia como una potencia militar, el panorama en el que se está dando y las implicaciones para la seguridad europea, el trabajo se divide en tres partes. En la primera parte: “Geopolítica europea en el siglo XXI”, se expondrán las rivalidades y las coyunturas en la escena geopolítica europea reciente y actual. En la investigación se englobarán algunos antecedentes históricos previos a 1991, pero se enfocarán principalmente en la época posterior a la Guerra Fría, hasta 2022 con la invasión rusa de Ucrania.

La segunda parte: “La invasión rusa de Ucrania que desencadenó todo”, tratará sobre cuáles han sido las repercusiones geopolíticas de la actual Guerra rusoucraniana. También se explicarán cuáles son los resultados más probables del conflicto bélico y el ambiente geopolítico más plausible posterior al conflicto. Las amenazas que actualmente presenta Rusia se seguirán presentando, sólo que modificadas tras su derrota, debilitamiento y posterior fragmentación, la cantidad de armamento y fuerzas (centros de poder) en juego en Rusia van a desestabilizar a Europa Oriental. La salida de Rusia como potencia en el continente europeo también creará una gran oportunidad para que Varsovia pueda aprovechar el vacío de poder dejado por Rusia, muchos países buscarán a Polonia como un garante de estabilidad y seguridad, debido a que sería el único país local con la capacidad militar de lograr imponer ambos.

En la última parte: “Polonia como la nueva potencia militar”, el trabajo abordará cuáles serán las repercusiones del surgimiento de Polonia en el tablero geopolítico continental. Inicialmente, esta parte se dividirá en dos etapas: la primera será en los próximos años durante el transcurso y los últimos años del conflicto, y en la segunda será, tras la finalización del conflicto bélico, en una Europa ya transformada. Por último, se concluirá que el ascenso de Polonia como una potencia militar, sumado a otros sucesos como las consecuencias de la guerra en Ucrania y el surgimiento de Turquía en el escenario como otra potencia regional, cambiará por completo el ambiente político europeo y la arquitectura de seguridad del continente por sus crecientes capacidades y sus intereses geopolíticos. Turquía ha estado aumentando sus capacidades militares por años y también se ha posicionado como un actor importante en el conflicto. Polonia no será la única nación buscando aumentar su influencia en lo que anteriormente eran los espacios de influencia rusos.

La geopolítica europea en el siglo XXI

Desde hace más de dos siglos los problemas europeos se han centrado en tres potencias: Francia, Alemania y Rusia. Junto con la respuesta de Gran Bretaña a estas mismas. El surgimiento de las últimas dos (Alemania como Prusia), sumado al surgimiento de Austro-Hungría, significó el fin de Polonia, no sólo como una potencia, sino como una nación, algo que culminó a principios del siglo XIX. A partir del siglo XIX la geopolítica de Europa ha evolucionado alrededor de la relación entre estas tres potencias y el papel que desempeñó Gran Bretaña en la política continental, pero ahora nos enfrentamos a un contexto completamente diferente al de los últimos dos siglos. Por un lado, las potencias europeas tradicionales han intentado buscar su lugar en el mundo y mantener su estatus. Pero, por otro, estamos viendo la formación de una nueva estructura mundial, con múltiples potencias de diferente calibre. Esta estructura no está limitada a China, Rusia y Estados Unidos,2 sino es una muy vasta, con varias nuevas potencias.

Francia es una potencia que ha estado en decadencia constante y paulatina, específicamente a partir de las décadas de 1920 y 1930. Según Taylor y Flint (2002: 106-109) los códigos geopolíticos franceses durante el siglo XX se caracterizaron por intentar recuperar su posición en el sistema internacional y de aumentar la postura europea a la altura de la Unión Soviética y Estados Unidos. El actuar de Francia en África, su rivalidad con Turquía en el Mediterráneo y el norte de África, los choques que ha tenido con Estados Unidos en materia de política exterior y seguridad, junto con sus continuas aspiraciones de aumentar su estatus y el de Europa en la política y economía global, son muestra de que sigue con los mismos códigos, aunque modificados. Gran Bretaña también ha intentado buscar su lugar en el nuevo mundo, aunque de diferente forma y tras su salida de la Unión Europea (UE) tendrá que esperar a que Estados Unidos u otra potencia atlántica tenga interés en ayudar al país a recuperar, o por lo menos mejorar, su posición en la economía y política mundial. Mientras que Alemania se ha mantenido apegada a su posición actual, sin ningún interés real en ser tan asertiva como Francia en el sistema global.

Por otro lado, Rusia es una potencia que también se encuentra en una decadencia pronunciada que hasta ahora ha durado poco más de 100 años. Aunque el colapso del Imperio Ruso tras la Revolución Bolchevique de 1917-1923 y la disolución de la Unión Soviética son tratados como dos procesos distintos, en realidad forman parte de un solo proceso: la decadencia de Rusia. En 1914 el Imperio Ruso cometió el mismo error que había cometido en 1904, sobreestimar demasiado sus capacidades. Pero el error fue mucho más fatal en 1914 por no haber comprendido el panorama internacional en el que se encontraba o su situación doméstica. Internamente, el país era vulnerable por su poca industrialización, pobre infraestructura de transporte y severos problemas sociales, institucionales y económicos que afectaban al imperio. Las instituciones fueron debilitadas y las rivalidades internas empeoraron. Esta inestabilidad interna llevó a que Rusia se volviera vulnerable y experimentó una ruptura que permitió la intervención de fuerzas extranjeras, como Gran Bretaña, que buscaban apoyar al ejército blanco.

El debilitamiento del imperio culminó en una derrota frente a la Segunda República Polaca en 1920. Aunque la revolución había acabado con la estructura y el sistema político y económico de la Rusia zarista, el imperio perduró, sólo que bajo un nuevo nombre y sistema. La Unión Soviética surgió del caos de la Revolución Rusa en 1923, pero debilitada. Solamente la ayuda económica y militar extranjera, específicamente la estadounidense, fue lo único que pudo mantener en pie al nuevo Imperio soviético frente a la ofensiva de la Alemania Nazi (González, 2017: 27-31). Más adelante se observará cómo la estructura política soviética, respaldada por agencias de inteligencia y de seguridad (igual que el Imperio zarista), como Comité de la Seguridad Estatal o KGB (por sus siglas en ruso), tampoco sería capaz de mantener en forma al Imperio. Los soviéticos nunca pudieron industrializar exitosamente al país a la par de Occidente. Terminaron por crear un imperio con una economía tercermundista, pero un poder político y militar primermundista situada en la semiperiferia económica (Taylor y Flint, 2002: 90 y 91). Toda la estructura soviética se vino abajo por la lucha interna entre las élites (sobre el futuro de la Unión Soviética) en la década de 1980, la guerra soviético-afgana y los problemas latentes internos al imperio (Taylor y Flint, 2002:90-92; Reuveny y Prakash, 1999: 696-698).

Rusia, posterior a 1991, es decir su segundo colapso, se volvió un caos con mafias capitalistas agresivas, el surgimiento de oligarquías, movimientos separatistas y organizaciones terroristas. Todo esto llevó a que el país perdiera toda su esfera de influencia y, al igual que durante la Revolución Rusa, el país sufrió intervenciones externas. Pero esta vez la intervención extranjera se asentó institucionalmente con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea. Con la llegada de Vladimir Putin, ex miembro de la KGB,3 al poder, la nueva élite rusa: la silovikí, buscó recrear la estructura imperial, sólo que ahora no soviética, sino que rusa. La intervención militar en Georgia, la intervención política rusa en Bielorrusia y la invasión rusa de Ucrania, son los intentos materializados del régimen imperial ruso intentando recuperar sus zonas tapón.

Solamente que Rusia ha cometido el mismo error que las dos anteriores estructuras imperiales, la zarista y la soviética. Su invasión se debió a una mala interpretación de la situación del sistema internacional y un exceso de confianza sobre sus capacidades económicas, de inteligencia y militares. Esta excesiva confianza ignoró los todavía latentes problemas en infraestructura y económicos, al igual que los políticos y los sociales que el país todavía enfrenta. La guerra ha aislado económicamente a Rusia y el Kremlin no podrá mantener al país en pie económicamente, mucho menos con un conflicto prolongado. Ahora, la razón por la que este trabajo se enfocó más en la decadencia de Rusia que la alemana, británica o francesa, es por dos elementos. Uno, es que la decadencia de Rusia será mucho más pronunciada que la de las demás potencias tradicionales por la guerra, incluida la guerra económica emprendida contra la Federación Rusa. El segundo es que el papel de Rusia en la geopolítica europea es mucho más fundamental para Polonia, especialmente por su actual decadencia. Su importancia geopolítica para Varsovia sólo es igualada por Alemania.

Rusia siempre ha ejercido un papel importante en el continente, pues su amenaza y poder militar, al igual que su potencial industrial y demográfico, siempre figuraron en las mentes de los estrategas europeos. La teoría del corazón continental de Halford Mackinder y su importancia para la política exterior británica, es un ejemplo de cómo Rusia se había convertido en una grave preocupación para Europa occidental, central y oriental. Sus necesidades de seguridad de expandirse al oeste y asegurar la llanura nordeuropea, siempre chocaban con las necesidades de Francia o Alemania, las cuales también han buscado expandirse al este. Pero el ambiente geopolítico europeo se encuentra en una tremenda transformación, las potencias tradicionales van en decadencia y Rusia, con cada mes y año, está más cerca de una nueva derrota frente a Occidente. Polonia se encuentra en una situación de una descomunal oportunidad, algo que ha ido aprovechando y se debe a un hecho geopolítico importante.

La Unión Europea y la OTAN son dos instituciones creadas para resolver la cuestión sobre el lugar de las potencias europeas centrales en el continente y el mundo, principalmente tenían el objetivo de dejar resuelto el dilema alemán, incluido el soviético, pero de diferente forma (Friedman, 2010: 75 y 76). La primera integró económicamente al país con el continente, especialmente con la otra potencia continental de Europa occidental: Francia. El segundo tuvo el objetivo de integrar al ejército alemán con la alianza estadounidense, con el objetivo de mantener bajo control, principalmente estadounidense, al poder militar alemán. Francia, a través de la Unión Europea, también intentó lidiar con la cuestión del ejército alemán con el euroejército,4 pero no ha brindado frutos. Las instituciones resolvieron la cuestión soviética (ahora rusa) al crear un bloque económico que mantuviera al bloque militar para hacer frente a la Unión Soviética en el continente. Pero ambas instituciones son vistas de forma muy diferente en Europa oriental, y cumplen dos propósitos opuestos a los anteriores.

La OTAN sigue siendo vista como una herramienta de seguridad frente a los rusos. Después de todo, los que principalmente han advertido de Rusia y sus pretensiones expansionistas han sido los gobiernos ex comunistas, especialmente Polonia. Pero más que nada, ambas instituciones son vistas, no como herramientas de una integración para resolver los conflictos y apaciguar a los países, sino son observadas como herramientas de empoderamiento.

Polonia ha usado a la Unión Europea para fortalecer su economía y mejorar su industria y situación socioeconómica, algo que con ayuda financiera europea ha brindado frutos significativos. La UE es vista primordialmente como una zona de libre comercio y de desarrollo económico, de ahí los choques en otros temas, como los políticos, los jurídicos o los financieros. El impacto de la crisis financiera de 2008 comprobó varios problemas estructurales dentro de la Unión Europea y su incapacidad de responder ante adversidades de manera unida y coordinada, sin prestar mayor favoritismo a las necesidades de las potencias de la UE: Alemania y Francia (Friedman, 2012: 150-155). Esto se reforzó por la respuesta a la crisis migratoria de 2015 y la pandemia de covid-19 de 2020, en las cuales los países respondieron de manera unilateral, perjudicando a los demás. Incluso, la crisis migratoria fue un hecho que llevó a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

Claramente la Unión Europea pudo presentar una solución al dilema alemán, al igual que para la amenaza soviética/rusa, pero no ha eliminado la rivalidad geopolítica y la inseguridad del continente. Los Balcanes son una región insegura por el resurgente nacionalismo serbio, agresivo y asertivo y las tensiones étnicas imperantes en la región. Grecia y Turquía sostienen de facto una guerra fría y una carrera armamentista por dominio del Mediterráneo oriental. Incluso Francia se ha sumado al bando griego al igual que Alemania, de manera no directa, se ha sumado al bando turco al proporcionarle armamento militar, como submarinos. Todavía existen puntos de tensión políticos en las regiones donde operaban las organizaciones terroristas, como el Ejército Republicano Irlandés y el ETA. Los nacionalismos siguen activos y con el tiempo están cobrando fuerza en el continente. La probabilidad de que Marine Le Pen gane en las siguientes elecciones francesas es alarmante (AFP, 2023).

Pero el principal reto es que las instituciones creadas en el siglo pasado no fueron creadas ni han sido ajustadas en lo más mínimo para responder al contexto geopolítico que está empezando a surgir en el continente. Como se había mencionado, Polonia sólo observa a la UE como una herramienta para enriquecerse, pero nada más. La OTAN ha sido utilizada como una herramienta para fortalecerse y mejorar militarmente, para dejar atrás la doctrina militar soviética junto con el armamento y equipo militar soviético. Los frutos de pertenecer a la OTAN se han resaltado en la Guerra rusoucraniana y la capacidad del ejército ucraniano de resistir y superar al ejército ruso en algunas áreas, a pesar de su desventaja numérica, industrial y armamentista. El país ha sido uno de los más activos en el apoyo a Ucrania desde el inicio de la invasión y ha sido uno de los más jingoístas en la respuesta a Rusia.

Los intereses polacos han sido alejar a Rusia de Europa, especialmente de Alemania, de ahí sus constantes argumentos previos a la invasión de que Europa debería dejar o disminuir su dependencia del gas natural ruso. Esto debido a que, históricamente, el acercamiento o cooperación entre Alemania y Rusia siempre han llevado a la ruina u ocupación del país. Por el momento, la variable alemana ha sido lidiada con la UE y la rusa, no sólo con la OTAN, sino también con sus propios esfuerzos para empoderarse militarmente. Pero la cambiante estructura abre muchas posibilidades para el país, al estar en una posición de ventaja descomunal. Sumada a su proyecto de modernización militar, el país buscará lidiar con la latente amenaza rusa, pero también irá respondiendo a nuevas amenazas o retos geopolíticos. Europa no está institucionalmente preparada para lidiar con los retos por venir y no lo estará con una Polonia en surgimiento y sus potencias tradicionales en decadencia con un panorama en transformación.

La invasión rusa de Ucrania que desencadenó todo

La invasión rusa de Ucrania en 2022 ha sido un fracaso desde el principio por varias razones. Las principales han sido la incapacidad de Moscú de dominar al país militarmente, la pérdida de influencia y aliados junto con sus graves problemas económicos y políticos que se están gestando en el país. Todos los logros en recuperar zonas tapón que ha obtenido Rusia a través de los años los ha perdido o los está perdiendo. Su principal socio, considerado como su principal aliado, China, no ha votado a su favor en las Naciones Unidas y solamente ha respaldado al país económicamente, aunque de manera limitada. En Kazajistán, el gobierno por el que Moscú llegó a intervenir mediante la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO) se ha estado alejando de Rusia, rechazando la invasión rusa y su anexión de varios territorios ucranianos. Esto ha aumentado los temores de que el Kremlin podría ejercer represalias por el distanciamiento, como lo hizo al cortar el suministro de gas natural al país en 2022 (RANE Stratfor, 2022a, pár. 1).

Incluso China ha ido aumentando su influencia económica a expensas de la rusa en Asia central y ha estado, junto con Turquía, presentándose como una potencia regional interesada en ayudar a mantener la integridad territorial y la seguridad (RANE Stratfor, 2022a, pár. 9). El Corredor de Transporte Transcaspiano es un ejemplo de los crecientes intereses económicos que dejan fuera a Rusia del comercio entre Asia, el Medio Oriente y Europa. También hay discusiones sobre cómo Bielorrusia podría estar contemplando su estrategia a largo plazo respecto a su relación con Rusia, con tal de seguir sus propios intereses independientes (Zolotova, 2023, pár. 8). Egipto también terminó retractándose de su apoyo militar secreto a Moscú, de enviar inicialmente a Rusia 40,000 cohetes, tras una ofensiva diplomática estadounidense. Después del suceso, El Cairo prefirió armar a Ucrania (Ryan et al., 2023, párr. 1-3). Este retroceso de los aliados o socios de Rusia se ha disparado, aunque de manera gradual y calculada en algunos casos, con la invasión y solamente seguirá en aumento conforme continúe la Guerra de Ucrania y la guerra económica contra Rusia.

Complementando lo anterior, la invasión ha ocasionado varios problemas peligrosos, tanto económicos como políticos y alimentarios. Debido a que el país fracasó en industrializarse y desarrollarse tecnológicamente tras la disolución de la Unión Soviética y la adopción de la estrategia de enfocarse en la exportación de recursos naturales, como gas natural y petróleo, ha significado nuevamente que sólo es una potencia militar con una economía semiperiférica (Friedman, 2010: 104-106). Eso ha hecho que el país no pueda presentar una verdadera alternativa a Estados Unidos o al Occidente en general. Aún así, las repercusiones del conflicto más severas han sido las respuestas de varios gobiernos y los cambios en sus posturas, las cuales gradualmente son mucho más asertivas, agresivas o proactivas en cuestiones de influencia y seguridad. Hill y Horton (2023, párr. 10-13), en una columna del Washington Post, señalaron cómo en los documentos filtrados del Pentágono se informaba sobre cómo Turquía apoyaba la idea de que Ucrania atacara fuerzas rusas en Siria a través del grupo paramilitar de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF por sus siglas en inglés). Sólo que los turcos enfatizaban la necesidad de que “Ucrania montara sus ataques desde áreas kurdas, en vez de aquéllas en el norte y noroeste, controladas por otros grupos rebeldes, algunos respaldados por Turquía”,5 con tal de evitar cualquier repercusión (Hill y Horton, 2023, pár. 13).

Tokio se ha sumado a los cambios internacionales al agregar recientemente la “capacidad de contraataque”6 a su serie de reinterpretaciones del artículo 9 de su Constitución. Eso se refleja en la adquisición de múltiples misiles de crucero Tomahawk, sus objetivos de desarrollar 10 diferentes tipos de misiles y lanzar múltiples satélites que refuercen su capacidad de contraataque (Pollmann, 2022, pár. 4). Esto es muestra de cómo es que el mundo puede no estar experimentando un alza en el gasto militar exagerada, pero que las capacidades de las fuerzas armadas de varios países están experimentando un aumento significativo.

Los Balcanes también se han vuelto inseguros, nuevamente por las tensiones entre Kosovo y Serbia. Lo cual se suma a un resurgimiento del nacionalismo armado serbio en Bosnia y Herzegovina, liderado por el líder de la Republika Srpska, Milorad Dodik. Países miembros de la UE como los Países Bajos, mediante la eufor, han enviado tropas a Bosnia por las tensiones en la región (The Brussels Times, 2023, pár. 1). Polonia también tiene una presencia militar en la región mediante el eufor Althea (European External Action Service [EEAS], 2020). Más preocupante aún, sería la doble crisis política y económica en Rusia. El país ya se está aproximando a una situación en la cual no podrá sostener su propia economía, sus finanzas o sus fuerzas armadas (Good Times Bad Times, 2023: 14:30). Aunque las sanciones económicas no hayan detenido a la máquina de guerra rusa, esto no significa que no estén teniendo éxito en otras formas. En primer lugar, la economía rusa ya no podría sostener una escalada significativa en la intensidad del conflicto y las dificultades de ganar dicho conflicto han aumentado para Rusia (The Economist, 2023). Por ejemplo, si el ejército ucraniano obtuviera las municiones y el equipo militar, como aviones caza F-16 o sistemas antiaéreos, esto podría significar una presión preocupante para la economía y la industria rusa que, actualmente, ya se enfrenta a retrasos graduales en su capacidad manufacturera y de reparación (The Economist, 2023).

Actualmente existe un debate sobre las capacidades financieras y económicas de Rusia. Por un lado, algunos como The Economist (2023, párr. 12-14) alegan que el país todavía tiene la capacidad tecnológica, cibernética (hackeos) y económica para que su economía siga funcionando sin poner presión sobre la población civil. Mientras que otros presentan una imagen totalmente opuesta respecto a la economía rusa. En una entrevista con Rob Watts de Deutsche Welle (2023, 2:45), el profesor Jeffrey Sonnenfeld advierte que la información que presentan el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial sobre la economía rusa no es confiable por sus fuentes, que son principalmente rusas o del Gobierno ruso. También señaló que no existe información creíble sobre las métricas económicas de Rusia, por el hecho de que se ha dejado de reportar sobre las mismas. No contar con una economía avanzada dificulta la habilidad de Rusia de recuperarse de su actual dilema económico y también significa que su economía es sumamente vulnerable. Tan sólo el límite en el precio de los derivados del petróleo ruso ha afectado gravemente a las finanzas rusas, ya que éstos son la principal fuente de ingresos del Gobierno. Kantchev y Gershkovich (2023) alegan que el país eurasiático ha sufrido enormemente por la pérdida de jóvenes y la disminución dramática en inversiones, una amenaza inflacionaria y un retroceso tecnológico empeoran con el tiempo el estado de la economía. Más aún, su creciente dependencia de China, señalada por varios como una colonización china de Rusia, sólo vulnera más al país, debido a que Pekín se enfrenta a sus propios problemas políticos y a sus propias dificultades económicas, con una disminución en los ingresos de la población (Liu, 2023, párr. 3-5).

Muy probablemente la economía rusa resista unos años, pero es improbable que la economía y las finanzas del Gobierno ruso puedan mantener el país a flote por mucho tiempo. Rusia es una gran nación, con una de las economías más grandes del mundo, el país no será derrotado fácilmente, pero su tamaño y poder no son suficientes para evitar una situación catastrófica, una donde las fragmentaciones políticas y étnicas vuelvan a resurgir. La élite rusa se encuentra en un punto importante de inflexión, ya que la cohesión que antes se observó, especialmente al inicio de la guerra con el anuncio de la operación militar especial, está empezando a quebrantarse con críticas y rivalidades.

El hecho de que el Servicio Federal de Seguridad o FSB7 (por sus siglas en ruso) haya planeado la invasión y no el Departamento Central de Inteligencia o GRU8 (por sus siglas en ruso) o el ejército ruso y sus altos mandos, llevó a que emergiera una enorme rivalidad entre ambas instituciones, especialmente porque el ejército ruso ha sufrido las bajas y las principales derrotas y humillaciones (Zabrodskyi et al., 2022: 7). Muchos, como Yevgeny Prigozhin y su empresa paramilitar privada, el Grupo Wagner PMC,9 han mostrado una fuerte rivalidad con el ejército ruso y sus altos mandos. Rane Stratfor (2022b, párr. 8) publicó un trabajo en donde establece una división dentro de la élite rusa con una élite ultranacionalista cada vez más empoderada, que podría amenazar a Putin y a su círculo más cercano en el Kremlin. Si las rivalidades, aunque parezcan triviales por el momento, son alguna indicación de lo que podría continuar y empeorar, con el tiempo la continuación del conflicto y el empeoramiento de la situación económica sólo aumentarían la probabilidad de que la situación se deteriore. La enorme dependencia del petróleo y del gas natural significa que, con el tiempo, por las sanciones el Gobierno ruso se podría quedar sin los ingresos necesarios para mantener la guerra y la calidad de vida de la población civil (Kantchev y Gershkovich, 2023, párr. 5-7).

El Gobierno ruso no podrá mantenerse en el conflicto y las crecientes rivalidades entre las élites sólo empeoran la situación. Pero, precisamente, el mayor reto que presenta la guerra no sólo es su posible escalada, sino una posible derrota de Rusia, en la cual podría desarrollarse una fuerte fragmentación en la élite rusa y las poblaciones étnicas, que ya no tendrían los lazos económicos o el temor a las represalias por parte de las agencias de seguridad rusas o del ejército devastado por la guerra. El ejército y las agencias de inteligencia rusas no podrán recuperarse de la guerra, incluso tras su finalización. En abril el servicio de prensa del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) reportó que el despido y reemplazo del almirante Sergei Avakyants muy probablemente tuvo que ver con su incapacidad de recuperar las facultades de preparación de combate de la Flota del Pacífico, por las bajas que han sufrido las fuerzas del Pacífico en la Guerra de Ucrania, algo común en otras regiones como el Ártico (Stepanenko et al., 2023, pár. 2). El mayor peligro sería una Rusia debilitada y que se estuviera fragmentando ya sea de manera repentina o gradual. Si la Unión Soviética no pudo equilibrar su presupuesto y su crecimiento económico con el gasto militar, un Estado ruso mucho más débil tiene mucho menos posibilidades de resistir la actual guerra en Ucrania, la guerra económica y una rivalidad con Occidente (Kantchev y Gershkovich, 2023, pár. 4).

Rusia podrá mantenerse en pie por unos pocos años; no obstante, para finales de la década es difícil ver una Rusia que se esté manteniendo fuerte y unida frente a un conflicto armado o una segunda guerra fría con una guerra económica feroz en su contra. Todo eso llevará a un nuevo dilema de seguridad y de competencia geopolítica. Este dilema se desarrollaría en tres posibles escenarios. En el primero, el mejor resultado para Rusia, el país se mantiene unido territorialmente, pero pierde todas sus zonas de influencia: el Cáucaso, Asia Central, Europa Oriental, el Medio Oriente, Norte de África y África Subsahariana. Éstas las perdería frente a rivales más capaces de dominar el vacío de influencia que dejaría el país, tales como Turquía, China, Estados Unidos o Polonia.

Los otros dos escenarios son mucho más peligrosos para Rusia. En el segundo, Rusia experimentaría una fragmentación gradual. Los diferentes grupos étnicos o los centros poblacionales más lejanos podrían buscar desprenderse de Moscú y buscar sus propios intereses económicos y regionales. Esto se debería al hecho de que Rusia sería incapaz de mantener sus fuerzas de seguridad y de inteligencia en pie para mantener a raya a cualquier aspiración regionalista. Los líderes regionales leales a Moscú perderían su protección y su posición en el poder sería dudable, lo que los lleva a cambiar su postura o dejar las regiones. Los lazos económicos que una vez mantenían a Rusia unida junto con las fuerzas de seguridad y de inteligencia que la mantenían a la unidad en marcha, ya no existirían por el debilitamiento de Rusia tras la guerra.

En dicho escenario, Polonia, Turquía, China y Estados Unidos buscarían asegurar sus intereses mediante ofensivas diplomáticas o paradiplomáticas en las diferentes regiones del país que estarían fragmentándose. Rusia estaría experimentando lo que vivió durante el colapso de la Unión Soviética en la década de 1990, solamente que ahora mucho más adentro de su territorio nacional. Pero la peor coyuntura sería de una fragmentación más apresurada, que estaría acompañada de una balcanización de Rusia entera.

En el tercer escenario, los diferentes grupos étnicos estarían buscando imponer su propia voluntad por encima de los intereses de Moscú o los rusos, similar a cómo los cosacos, checos y eslovacos empezaron a causar serios problemas durante los años de la Revolución Rusa. Durante la disolución de la Unión Soviética, Rusia tampoco se libró de estos problemas, con varios levantamientos étnicos en diferentes regiones, los chechenos, siendo los más violentos (Riasanovsky et al., 2023). Podrían surgir movimientos tanto políticos como paramilitares. En este escenario, el armamento que tengan a su disposición junto con el arsenal nuclear ruso convertiría la situación en una peligrosa amenaza para la seguridad internacional. Con un ala ultranacionalista jingoísta en ascenso sería muy probable una respuesta agresiva por parte de Moscú y de varios centros de poder prorrusos, lo que sólo aseguraría una balcanización de la federación fragmentada.

En cualquiera de los tres escenarios, Rusia sufre un retroceso dramático, tanto territorial como en influencia. Esto abriría la puerta a Polonia, con sus nuevas capacidades militares y creciente influencia política, para adentrarse en zonas rusas. En el último escenario, incluso podrían adentrarse a territorio ruso. Pero Polonia no sería el único país capaz de aprovechar esta descomunal oportunidad, también tendríamos que tomar en cuenta a otros países, especialmente Turquía. Como consecuencia, la arena geopolítica se volverá una completamente nueva, con nuevas potencias en crecimiento compitiendo por influencia y poder. Con Rusia fuera de la imagen, ahora deberemos considerar el surgimiento de nuevas rivalidades o el empeoramiento de las actuales, junto con la aparición de nuevas amenazas a la seguridad europea.

Polonia como la nueva potencia militar

Es bastante claro cómo la actual crisis de Ucrania representa un gran reto y amenaza a la seguridad europea. Sin embargo, más importante aún es identificar la respuesta de Europa y específicamente de tres países: Alemania, Francia y Polonia. Alemania ha sido uno de los países en responder de manera más cautelosa a la guerra y han existido varios esfuerzos por parte de sus aliados para que el país intensifique su apoyo a Ucrania (Francis, 2023a). Solamente tras presión de sus aliados fue que Alemania comenzó a enviar armamento antitanque a Ucrania (Herszenhorn et al., 2022). Su respuesta ha sido crucial debido a que es la principal economía europea y su respuesta abre la posibilidad de que otros países también puedan efectuar acciones, tales como Polonia (Hird et al., 2023, pár. 1). Pero aun así, su respuesta ha sido lenta y limitada y no ha ayudado a que Alemania se posicione como figura clave en el apoyo militar a Ucrania. Todo lo que ha hecho, después de todo, ha sido por presión internacional, específicamente de la alianza y países como Polonia y Estados Unidos. Francia ha estado mucho más activa que Alemania en la crisis ucraniana. Antes de la guerra el presidente Emmanuel Macron había entablado una conversación bilateral con Vladimir Putin para intentar reasegurar al mundo de que Rusia no invadiría Ucrania. Aunque el Gobierno francés haya sido más activo que Berlín, tampoco se ha posicionado como uno de los principales actores en el respaldo a Ucrania.

Polonia es el país que se ha posicionado como un líder en Europa ante la respuesta de la invasión rusa de Ucrania. Ambas potencias europeas continentales tradicionales han mostrado ser vulnerables ante la “habilidad [de Putin] de cooptar políticos y empresarios franceses y alemanes con tratados comerciales, gasoductos y otros incentivos”10 (Francis, 2023b, pár. 9). El país europeo oriental ha sido de los principales centros de entrenamiento para fuerzas ucranianas y también ha sido de los principales en enviar armamento militar. También ha sido de los que más han querido disparar el apoyo a Ucrania, pidiendo que se envíen tanques y aviones cazas antes que los demás. Francis (2023b, pár. 1) menciona cómo los “líderes polacos fueron instrumentales en los esfuerzos para persuadir a Berlín, en particular en la necesidad de proporcionar tanques modernos a Ucrania”.11 Prácticamente el país ha servido como el principal partidario del apoyo a Kiev en la guerra y ha servido como un puente logístico en la entrega de municiones, armamento y equipo militar a Ucrania (Francis, 2023b, pár. 6). Kranz (2022, pár. 5), en el primer día de la invasión resaltó en la revista Foreign Policy cómo “Varsovia está posicionada para convertirse en el eje de los esfuerzos de Occidente para proyectar poder en Europa oriental”.12 Ese hecho se ha convertido en una realidad con el transcurso de la Guerra rusoucraniana.

En los próximos años Polonia no dejará el papel de liderazgo y su importancia, al igual que su peso político y militar sólo aumentarán. La invasión rusa ha disparado el presupuesto militar de Polonia a un 5% del pib nacional y el país tiene el objetivo de aumentar sus efectivos militares a 300,000 para el año 2035, “la única cosa en lo que los partidos políticos polacos […] pueden estar de acuerdo […] es en la necesidad de fortalecer al ejército”13 (Karnitschnig y Kość, 2022, párr. 11-13). El país ha adquirido grandes sumas de armamento tanto de Estados Unidos como en Corea del Sur y con el tiempo seguirá adquiriendo más equipo y armamento, desde tanques, aproximadamente 830 tanques, 500 HIMARS, más de 1,400 vehículos de combate de infantería y sistemas de defensa aéreos estadounidenses tipo Patriot (McBride, 2022; Heiming, 2023; McBride, 2023).

Por ende, seguirá suministrando a Ucrania, pero también querrá aumentar aún más el papel de la OTAN en Ucrania (The Economist, 2022). Su carácter agresivo ha preocupado a varios gobiernos; sin embargo, la importancia estratégica de Polonia en la seguridad europea es y seguirá siendo demasiado importante y ha ayudado a que incluso la UE empiece a reenviar ayuda financiera al país (Skolimowski, 2022). Aunque el mayor reto no será necesariamente durante la guerra sino después de ésta.

Por sí sola, la crisis que experimentará Rusia con sus crecientes dilemas políticos, militares y económicos presenta un gran reto para la seguridad europea y la transformará por completo. Europa y el mundo en general deberán tomarse en serio la posibilidad de que Rusia podría experimentar una fragmentación, sea lenta o rápida, pacífica o violenta (Wasielewski, 2022). El declive de cualquier potencia regional, sea calculado y despacio o repentino e inesperado, siempre dejará un vacío de poder y de influencia. La caída de Muamar el Gadafi y el fin de su régimen que financiaba a una gran cantidad de milicias para controlar su territorio al sur del país, desató una ola de conflictos armados en el Sahel (Marc, 2021; Francis, 2013: 4). El dilema ruso desaparecerá, pero con su fin surgirán nuevos retos para la seguridad europea. La Unión Europea, especialmente sus potencias tradicionales, no están ni estarán posicionadas para asumir el liderazgo de dominar un nuevo mundo con una Rusia decadente. Entre las nuevas y más fundamentales variables geopolíticas que deberán considerarse estará la cuestión polaca.

Aunque un tercer colapso ruso y la decadencia del gigante eurasiático significaría un reto por sí solo, uno mucho mayor será cómo Polonia responderá. El país no ha visto con buenos ojos a las potencias europeas tradicionales. La oportunidad que presentará la derrota rusa y el declive de Alemania y Francia significa que Polonia tendrá mucho espacio para crecer y expandir su influencia. Al enfrentarse Bielorrusia ante una Rusia devastada e incapaz de seguir sirviendo como un socio estratégico que sirva a los intereses de Minsk, muy probablemente flote a la esfera de Varsovia14 (Harper, 2023). Si sumamos eso a una Ucrania en necesidad de seguir protegiéndose de cualquier remanente paramilitar ruso que quiera seguir atacando su territorio, o de los problemas de seguridad regional ocasionados por la derrota rusa y su debilitamiento, también buscará acercarse más con Polonia. Francis escribe:

Ya que Rusia esté derrotada, Ucrania muy probablemente profundice su asociación con Polonia para formar un poderoso bloque dentro de la política europea. Juntos, las dos naciones tendrán una voz con autoridad en el más vasto mundo democrático. El centro de gravedad geopolítico europeo está desplazando al este, y Polonia está liderando el camino (2023b, pár. 12).15

Polonia buscará dominar una Bielorrusia en necesidad de una nueva potencia en la cual respaldarse; esto lo hará muy probablemente enviando a las tropas bielorrusas antirrusas y prodemocráticas junto con los exiliados políticos a los que les da asilo (Kranz, 2022, pár. 8). También buscará aumentar su influencia económica, militar y política en una Ucrania destruida por años de guerra. Kaliningrado también se volvería un objetivo de Varsovia, debido a que Rusia ya no estaría en posición para defender su enclave en territorio de la OTAN. Muy probablemente buscará minimizar el peso de Alemania y Francia en Europa oriental. Esto lo logrará en gran medida con el apoyo financiero, económico y tecnológico estadounidense, el cual llegará en grandes cantidades debido a que Polonia ahora ocupa la importancia que ocupó Alemania occidental durante la Guerra Fría (Friedman, 2010: 160-165; 2012: 133-137). La razón detrás de la expansión oriental de Polonia será geopolítica (Friedman, 2010: 160). El país necesitará expandir sus zonas tapón lo más posible para dominar la política regional y evitar que resurja una amenaza en Europa oriental, al igual que buscará apaciguar y lidiar con una Rusia fragmentada con ultranacionalistas luchando por controlar la situación en el país.

Pero otra región en la cual Polonia buscará su expansión será en los Balcanes, esto con el objetivo de limitar las tensiones ocasionadas por los serbios en la región. Pero algo aún más transcendental será que nuevas potencias empezarán a surgir. Una vez que Rusia deje de ser una potencia, los países que buscarán ocupar el vacío de poder presentarán un reto, específicamente Turquía (Wasielewski, 2022: 6). Desde el siglo pasado, Ankara ha ido adoptando una política exterior con mayor énfasis en el poder duro y mucho más agresiva y asertiva en el Mediterráneo y el Medio Oriente (Bakir, 2021). Es importante no confundir el actual retroceso en la estrategia neo-otomana con su muerte definitiva. Turquía ha transformado su política exterior en medio de una época de transición y de inestabilidad, especialmente aquélla ocasionada por la intervención estadounidense en el mundo musulmán. El país también se encuentra incrementando su influencia y presencia en el Cáucaso y en Asia Central (Foreign Policy Research Institute & Wasielewski, 2023, 10:36). Sin embargo, las regiones más importantes respecto a la seguridad europea son el Mediterráneo, los Balcanes, el Mar Negro, Ucrania y el Cáucaso ruso, especialmente las regiones musulmanas. El apoyo a los planes de los ucranianos de atacar fuerzas rusas en Siria y su intervención en la crisis de Nagorno-Karabaj es evidencia de que Turquía todavía retiene una estrategia agresiva y militarista en su política exterior.

El país eurasiático ha incrementado su actividad en estas regiones y verá una Polonia en ascenso como una amenaza, tanto como observa las pretensiones francesas en el Mediterráneo como los intereses geopolíticos griegos (The Economist, 2021, pár. 2). El país buscará mejorar su influencia en Ucrania, como lo ha estado haciendo durante el conflicto, tanto política y económica como militarmente. La élite turca verá la derrota rusa como una oportunidad para aprovechar y expandir su influencia. Más importante aún, verán esta situación como una oportunidad para revivir con fuerza su política exterior agresiva. El crecimiento de ambos países como potencias los llevará a un inevitable choque, específicamente en los Balcanes, el Mar Negro, Ucrania y Rusia. Por su ubicación geográfica, Polonia no figurará como un actor clave en el Mediterráneo, pero podría apoyar a Grecia en contra de Turquía.

Sin embargo, el empoderamiento de Polonia y la transición de poder al este no será bien recibido por las potencias tradicionales y llevará a choques diplomáticos entre Varsovia y una coalición francoalemana. Polonia representará tanto una oportunidad como una amenaza. La psicología polaca cambiará profundamente y su sentido de poder imponer su voluntad por su creciente peso político y militar será fundamental para ello. Dos hechos figurarán en la rivalidad entre Polonia y las potencias europeas tradicionales. Por un lado, Polonia ve a Alemania como un serio problema y el apoyo que podría proporcionar Alemania a Turquía, sea tecnológico, económico o militar será visto como una amenaza para Varsovia. El hecho de que la élite polaca haya comparado al proyecto de Nord Stream II con el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939, es una señal de que Polonia no toma a la ligera el actuar de Berlín (Francis, 2023b, pár. 3). Francia y Alemania, por un tiempo continuarán observando a Polonia de dos formas distintas: como su escudo ante un caótico oriente y como un aliado frente a Turquía. Históricamente, París ha visto el empoderamiento de Polonia como un objetivo primordial de su política exterior, pero el ascenso de Varsovia, sumado al descenso de París podría cambiar la perspectiva de la nación euroatlántica a largo plazo. No obstante, con el tiempo el país polaco empezará a dominar la política de seguridad regional y buscará moldearla a favor de sus intereses en oriente. El empoderamiento del país a largo plazo podría presentar un reto para Alemania, pues la descomunal transición a favor de Polonia llevará a que el país busque imponerse ante las potencias tradicionales, una dinámica que Berlín y París no aceptarán a la ligera.

Conclusión

La élite política polaca nunca ignoró la posibilidad de que una guerra a la escala de la Segunda Guerra Mundial o las guerras yugoslavas se desarrolle en el continente. En una conversación con Max Bergmann, del Centro para Estudios Internacionales y Estratégicos16 (CSIS, 2022, pár. 21), el ministro de relaciones exteriores de Polonia, Zbigniew Rau, asegura que:

La agresión de Rusia contra Ucrania marca el fin de una era en la historia europea dominada por la convicción de que otra gran guerra en el continente no podrá pasar dada la experiencia traumática del siglo XX mientras todas las naciones europeas compartían un deseo por la paz […] hemos llegado a reconocer que el imperialismo no es sólo una categoría histórica, pero el alma del mundo moderno afectándonos a cada uno de nosotros […] el imperialismo no puede ser integrado con el mundo libre de forma permanente, mucho menos en un modo harmónico.17

La geopolítica posguerra de Ucrania creará nuevos imperativos que cambiarán las relaciones entre los diferentes gobiernos europeos. Esto los llevará a realizar acciones que los beneficien incluso a costa de otros. Polonia se enfrentará a una Rusia inestable, una Turquía expansionista, carreras armamentistas, tensiones regionales y dos potencias tradicionales en decadencia que buscarán recuperar sus posiciones históricas. La respuesta del país determinará qué tanto empeore la seguridad europea y qué tanto se deterioren sus relaciones con las demás potencias regionales. Las instituciones como la OTAN y la UE no están diseñadas para lidiar con los problemas de un mundo sin la variable geopolítica rusa. Desde una perspectiva geopolítica, el papel de Estados Unidos se inclinará a favor de Polonia por presentarse como el más valioso aliado en contra de Rusia y los futuros retos, algo que contribuirá al fortalecimiento geopolítico del país en el continente.

Un debate o una discusión respecto a cómo el surgimiento de Polonia, especialmente como la principal potencia militar, impactará a una Europa posguerra de Ucrania. Se deberán considerar los cambios en los intereses o puntos de tensión geopolíticos y a los nuevos países que determinarán qué estructura de seguridad tendrá Europa y cómo responderá ésta a diferentes crisis multidimensionales. Europa ahora cuenta nuevamente con potencias militares regionales, cuyos objetivos geopolíticos colindan entre sí. La última vez que esto sucedió, el continente experimentó dos guerras mundiales. Claro, por el momento Polonia y Turquía no han llegado a construir una presencia internacional lo suficiente para que un conflicto o choque entre ambos se convierta en uno global, pero eso no significa que su rivalidad no arroje al mundo a una severa crisis como lo ha hecho la Guerra de Ucrania. Ninguno de ambos países está restringido de la misma manera en la que Alemania o Francia lo están, ésta segunda por su debilitamiento gradual a través del siglo pasado y las primeras décadas del siglo XXI. Ambas naciones se encuentran en los inicios de su creciente poder y las oportunidades que buscarán aprovechar serán ambiciosas y fundamentales para el futuro de la seguridad europea y mundial.

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Notes

[1] En este trabajo sólo se analiza la invasión rusa de Ucrania de 2022, no la de 2014.

[2] Aunque Europa se reconozca como una fuerza importante, ésta no es una entidad unida y sus potencias tradicionales ya no cuentan con la capacidad de imponerse en la arena internacional, sólo de influenciarla.

[3] Una de las principales instituciones cuyo objetivo geopolítico, no ideológico, era mantener a Rusia segura y estable.

[4] Éste también tenía el objetivo de intentar multiplicar las capacidades políticas y militares europeas para poner a Europa a la par de la Unión Soviética y Estados Unidos en el tablero global.

[5] Traducción personal.

[6] Traducción personal.

[7] La FSB es el servicio de inteligencia encargado de la seguridad del Estado ruso y la seguridad fronteriza de Rusia.

[8] E GRU es el servicio de inteligencia militar de Rusia.

[9] PMC son las siglas en inglés de contratista militar privado.

[10] Traducción personal.

[11] Traducción personal.

[12] Traducción personal.

[13] Traducción personal.

[14] Al no contar con el respaldo de Moscú, Lukashenko se volvería demasiado vulnerable a fuerzas prodemocráticas como las fuerzas de voluntarios bielorrusos en Ucrania, los cuales recibirían apoyo de Varsovia si desean regresar a Bielorrusia (Harper, 2023).

[15] Traducción personal.

[16] Traducción personal.

[17] Traducción personal.